“Ser un trabajador competente y no morir en el intento”

Jul 29, 2025 Noticias

En un mundo laboral cada vez más exigente, impredecible y volátil, ser un trabajador competente no es solo una ventaja: es una necesidad de supervivencia profesional. Pero la competencia personal no siempre garantiza el éxito ni protege del desgaste emocional. ¿Cómo se puede mantener el rendimiento sin naufragar en medio de la mediocridad generalizada, los compañeros tóxicos y los clientes maleducados? Daremos algunas claves prácticas para mantenerse firme, eficiente y cuerdo en el actual entorno laboral.

Ser competente no es saberlo todo, sino saber hacer bien lo que se debe hacer. Y para eso, se requiere una combinación de conocimiento, disciplina, autonomía y ética profesional. Es decir, llegar a tiempo, cumplir plazos, reconocer errores, corregirlos y aprender de ellos. También significa no esconderse detrás del trabajo en equipo para justificar la vagancia personal ni delegar responsabilidades hacia abajo para esquivar el esfuerzo.

Un trabajador competente se actualiza. No espera a que se lo pidan. Observa, mejora procesos, cuida los detalles, pero sin caer en la esclavitud del perfeccionismo inútil. La competencia se cultiva cada día, como un oficio bien hecho, sin fuegos artificiales ni necesidad de aplausos.

El síndrome burnout o del trabajador quemado rara vez proviene del exceso de tareas. Suele nacer de la frustración crónica ante la ineficacia del entorno. Te desgasta más el compañero que siempre llega tarde y no pasa nada, que una jornada larga pero productiva. Fatiga más el cliente que grita sin razón que resolver un problema técnico complejo. Y agota más un jefe errático o narcisista que una carga de trabajo superior. Por eso, uno de los grandes retos no es solo ser competente, sino aprender a blindarse emocionalmente frente a la incompetencia ajena. No es insensibilidad, es higiene mental.

Una organización puede sobrevivir a la ignorancia temporal, pero no a la malicia persistente. El compañero tóxico no siempre es el que grita o insulta: a veces es el que siembra cizaña, manipula, chantajea emocionalmente o siempre tiene una excusa para no hacer su parte. Hay que detectarlos y marcar distancia profesional. Sin confrontaciones innecesarias ni entrar en su juego. Neutralidad activa: responder lo justo, documentar lo necesario, evitar conversaciones informales con quienes distorsionan todo, y no esperes reconocimiento de quien no sabe lo que vales.

El lema de que “el cliente siempre tiene la razón” ha envejecido muy mal. No se trata de rendirse a la irracionalidad del consumidor, sino de entender que la educación emocional es parte del servicio. La mayoría de los clientes maleducados no están enfadados contigo: están frustrados con su vida, con el sistema, con sus propias carencias y la pagan contigo porque pasabas por allí.

La clave está en el desapego emocional profesional. Escucha sin tomártelo personal. Responder con firmeza, pero sin soberbia. Si se pasa de la raya, no lo toleres. Una empresa que no protege a sus empleados de los abusos verbales de clientes no merece su talento.

Muchos trabajadores se queman porque aceptan todo, incluso lo que no les corresponde. Dicen “sí” por miedo, por presión social, por no quedar mal… y terminan asumiendo tareas que no les competen, salvando errores de otros o trabajando horas extras que se vuelven costumbre.

Ser competente también es saber establecer límites claros. Un “no” argumentado y respetuoso es mejor que un “sí” resentido. Y si tu entorno no valora eso, entonces no estás en una organización que merece la pena.

Muchos profesionales dedican horas a formarse, a cumplir objetivos, a destacar en su sector… y muy poco tiempo a descansar, a desconectar, a vivir. La salud mental no es un lujo moderno, es un pilar de la competencia real. Dormir bien, tener hobbies, saber apagar el móvil fuera del horario laboral y poner límites a la intrusión digital no es vagancia, es inteligencia emocional aplicada.

En un entorno laboral donde abunda la improvisación, el cortoplacismo y la falta de responsabilidad, ser competente es casi un acto de rebeldía. Pero cuidado: no conviertas tu competencia en una trampa. No trabajes para suplir lo que otros no hacen. No asumas que por ser eficiente mereces más carga. No sacrifiques tu paz por el caos de los demás.

Ser competente hoy es saber hacer bien lo tuyo, cuidar tu salud emocional, poner límites con elegancia, y tener claro que tu valía no depende del reconocimiento ajeno, sino de tu coherencia interna.

Trabaja bien y no te inmoles. La verdadera competencia es saber dónde termina la responsabilidad y empieza la dignidad.

Por Antonio Luis González Núñez

Presidente de Fedeco Canarias