Los Todólogos: expertos en todo, maestros en nada

Nov 10, 2025 Noticias

Hay una especie humana que no conoce fronteras del saber. Hablan con la misma soltura de la inflación que de la fotovoltaica, analizan un conflicto internacional mientras recomiendan qué filtro usar en la cafetera, y te explican la teoría cuántica con el mismo aplomo con el que discuten sobre la alineación de su equipo de fútbol. Son los “Todólogos”, esos grandes genios universales del siglo XXI que, sin haber leído un libro completo en su vida, saben de todo… o al menos lo aparentan.

Antes, el conocimiento era una virtud que se cultivaba con mucho tiempo dedicado al estudio, experiencia y cierta humildad. Hoy, basta con tener una cuenta en redes sociales, un micrófono en un pódcast o una cámara frontal encendida para convertirse en “Referente” o “Influencer”. La democratización de la opinión, bendita y maldita al mismo tiempo, ha convertido a cualquiera en potencial experto, aunque la mayoría lo sea solo en aparentarlo.

El fenómeno no es nuevo, pero sí se ha perfeccionado. Antaño era el “cuñado” quien monopolizaba las sobremesas con su sabiduría extrema sobre fútbol y política. Ahora, ese perfil se ha multiplicado exponencialmente y se ha digitalizado. Los todólogos no necesitan título, ni datos, ni fuentes. Les basta con un tono de seguridad y una media sonrisa de suficiencia. Su lema tácito podría ser: “Si no lo sé, me lo invento… pero con convicción”.

Basta encender la televisión o abrir las redes sociales. En una misma tertulia, puede verse a alguien opinando con igual ímpetu sobre el volcán de La Palma, la reforma laboral, el metaverso, las vacunas, los terraplanistas o el horóscopo chino. Y lo hace con una coherencia tan absoluta que uno llega a dudar de su propio conocimiento. Lo más inquietante es que logran persuadir a la audiencia. A fuerza de repetir ocurrencias disparatas y mentiras, consiguen transformar el ruido en verdad aparente.

Lo peligroso del todólogo no es su inmensa ignorancia, sino su influencia. En tiempos donde la información se confunde con la opinión, la voz más rotunda suele imponerse sobre la más rigurosa. Así, el científico duda, el economista explica, el técnico matiza… y el todólogo sentencia. Y claro, el público tiende a quedarse con quien parece más seguro, aunque no tenga ni idea de lo que habla.

¿Y por qué abundan tanto? Porque el mercado mediático y digital los necesita. Venden titulares rápidos, frases contundentes, certezas instantáneas. El conocimiento, la ciencia y la complejidad no vende; la simplificación sí. Cuanto más atrevido y rotundo, mejor. La duda, esa herramienta noble del pensamiento crítico, se ha vuelto un síntoma de debilidad. Hoy se premia al que opina primero, no al que razona mejor.

El resultado es una sociedad en la que el ruido intelectual supera al contenido. Donde se confunde saber con opinar, y cultura con visibilidad. Donde la humildad intelectual se percibe como falta de carácter, y el matiz como debilidad o cobardía.

En economía, por ejemplo, el todólogo opina de inflación, PIB, deuda y tipos de interés con la misma facilidad con la que recomendaría una receta de tortilla con cebolla. Le da igual el contexto internacional o los datos del Banco Central Europeo: todo se resume en una frase de barra de bar. En ciencia, lo mismo: discuten con un epidemiólogo o un vulcanólogo desde la imponente autoridad que les da haber visto un vídeo en TikTok de 30 segundos.

Pero ojo, no todo está perdido. Cada vez más gente empieza a distinguir entre los que hablan y los que saben. Entre los que opinan y los que piensan. Entre los que gritan y los que explican. Y es que, al final, la sabiduría no consiste en hablar de todo, sino en saber callar cuando no se sabe.

Sería muy oportuno y deseable recuperar el respeto por el conocimiento, la paciencia por comprender y la humildad por aprender. Porque el verdadero experto no presume de saberlo todo, sino de seguir aprendiendo siempre.

Mientras tanto, los todólogos seguirán su cruzada mediática, convencidos de su infalibilidad. Que hablen, que opinen, que llenen minutos y pantallas… pero no olvidemos que, como decía Sócrates hace unos cuantos siglos, “solo sé que no sé nada”. Él lo decía con sabiduría; los todólogos, con total inconsciencia.

Y ahí, precisamente, radica la diferencia.

Antonio Luis González Núñez

Presidente de Fedeco Canarias