Economía azul, oportunidad histórica que no podemos dejar pasar en Canarias

Economía azul, oportunidad histórica que no podemos dejar pasar en Canarias

Hablar de diversificación económica en Canarias es casi un mantra repetido durante muchas décadas. Sin embargo, seguimos dependiendo en exceso del turismo y, cuando la estacionalidad nos da un revés o el mercado internacional se resfría y tose, nuestras cifras de empleo tiemblan. No hace falta ser futurólogo para darse cuenta de que necesitamos nuevas patas que sostengan el crecimiento. Y ahí es donde la economía azul deja de ser un concepto bonito para convertirse en una urgencia estratégica.

La economía azul no es un invento moderno. Es simplemente poner la vista en aquello que siempre ha estado ahí: el mar. Y en un archipiélago que vive rodeado de agua, ignorar ese potencial roza la irresponsabilidad. Hablamos de actividades que van desde las energías renovables marinas hasta la biotecnología azul, pasando por la acuicultura avanzada, la investigación oceanográfica, el turismo marino de alto valor añadido o la reparación naval. Nada de ciencia ficción: todo esto ya existe en otros territorios y funciona. Aquí, simplemente, tenemos la mesa puesta para poder sacarle rendimiento.

Si hacemos un diagnóstico simple, Canarias no parte de cero, pero su posición en más débil o menor de lo que debería.

Tenemos uno de los polos científicos y marítimos mejor posicionados del Atlántico: el PLOCAN, el ITC, Puertos del Estado, las universidades canarias con líneas punteras de investigación. El problema no es la capacidad, sino la falta de escala y de inversión privada.

Los puertos de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife son auténticos motores logísticos. Aun así, la diversificación hacia servicios tecnológicos, energías marinas o industrias de reparación naval avanzada está muy lejos de tocar techo.

La demanda global de proteínas marinas crece como la espuma, pero nuestras concesiones, trámites y planificación no han ido al mismo ritmo.

Más allá del sol y playa, Canarias podría liderar turismo científico, actividades vinculadas a fauna marina, rutas interpretativas, experiencias formativas y proyectos mixtos de conservación y negocio. Y no, no es para hippies: es un mercado global multimillonario.

La economía azul requiere seguridad jurídica, agilidad administrativa y una estrategia de largo plazo que no cambie con cada legislatura. Hasta ahora, eso ha sido pedir peras al olmo.

El impacto en el empleo y la riqueza son cifras de vértigo, No hay datos reales actuales y no voy a hacer elucubraciones, pero sí es evidente una cosa. Los sectores vinculados a la economía azul generan empleo estable, cualificado y con salarios que están por encima de la media regional. Además: actividades como la biotecnología marina y la acuicultura de alto valor tienen una elasticidad de empleo muy alta. Las energías renovables marinas generan cadenas de valor complejas, ingeniería, mantenimiento, logística, fabricación, vigilancia ambiental… La reparación naval avanzada es trabajo industrial real, con sueldos dignos y profesiones técnicas que escasean. El turismo marino sostenible crea oportunidades para pequeñas empresas locales, guías formados, investigación aplicada y servicios especializados. Y lo mejor: todos estos sectores no dependen de temporadas altas, ni de aviones llenos, sino de capacidades locales y talento.

Las oportunidades de negocio en estos sectores son importantes ya que invertir es garantía de retorno de la inversión.

No estamos hablando solo de molinos flotantes. Hay energía undimotriz, energía mareomotriz y microrredes híbridas. Empresas locales pueden entrar en diseño, sensorización, mantenimiento, seguridad y servicios.

Desde cosmética hasta farmacología y alimentación funcional. Canarias tiene microorganismos únicos en el mundo, bancos de algas y centros investigadores de altísimo nivel.

Sistemas de monitorización, automatización, robots submarinos, alimentación optimizada, trazabilidad… Si lo hacemos con rigor y control ambiental, puede ser uno de los sectores de mayor retorno económico.

Ya no se trata solo de repostar barcos. Hablamos de reparación, transformación digital, ciberseguridad marítima, análisis de datos oceánicos, logística avanzada…

Los grandes mercados buscan experiencias únicas, exclusivas y sostenibles: expediciones, observación de fauna, laboratorio ciudadano, navegación tradicional, gastronomía marina… Y Canarias lo tiene todo para ofrecerlo con calidad.

Las oportunidades están claras; lo que falta es método. Estas serían las claves desde mi humilde punto de vista, para poner estas iniciativas en marcha:

1. Planificación real y valiente: Identificar las zonas donde cada actividad sea compatible y sostenible. Sin improvisar y sin decisiones políticas basadas en titulares.

2. Agilidad administrativa: Si montar una empresa azul tarda dos años en papeleo, nos quedamos sin inversores, ya que no es ni ágil ni atractivo. Para los inversores.

3. Alianzas entre empresas, universidades y centros tecnológicos: La economía azul vive de la ciencia aplicada y va de la mano del conocimiento. Se necesitan proyectos mixtos y estables, no colaboraciones simbólicas.

4. Formación profesional y universitaria a medida: Electricistas navales, soldadores especializados, biólogos marinos aplicados, técnicos en energías renovables marinas, guías científicos… El talento es la gasolina que mueve este gran engranaje y que en muchos casos son puesto de trabajo donde no hay profesionales en paro y se demandas más perfiles.

5. Marco fiscal competitivo: Canarias ya tiene un régimen muy potente, una herramienta con el REF y la ZEC son instrumentos que con solo adaptarlos a actividades azules, son muy atractivas y resultan muy competitivas.

6. Comunicación y liderazgo institucional serio: La economía azul necesita que las instituciones se lo crean. No basta con slogans; hace falta defenderlo dentro y fuera del archipiélago.

Canarias ha vivido de espaldas al océano demasiados años, pese a que el océano nos define. La economía azul no es moda ni experimento, es la oportunidad más clara que tenemos para construir una economía más robusta, más diversificada, más estable y más digna para las próximas generaciones.

No hablamos de poner en marcha las recomendaciones del libro de Gunter Pauli, que fue la semilla que germinó en el momento adecuando y se dio a conocer al gran público. Hablamos de ir muchísimo más lejos y pensar en grande para diversificar nuestra economía, crear valor añadido e invertir en el beneficio futuro de Canarias.

Y, siendo honestos, ya va siendo hora de pasar de las intenciones a los hechos. El mar está llamando a nuestra puerta. Ahora lo que toca es abrirla.

Antonio Luis González Núñez

Presidente de Fedeco Canarias

El comercio ante la era de la Inteligencia Artificial: adaptarse y no desaparecer

Durante siglos, el comercio ha sido la esencia del progreso humano: desde los mercados fenicios hasta las tiendas de barrio, todo intercambio ha sido una mezcla de intuición, confianza y palabra dada. Pero hoy, esa esencia se enfrenta a un nuevo interlocutor que no regatea, no se cansa y nunca olvida: la Inteligencia Artificial (IA). El comercio, tal y como lo conocemos, está experimentando una transformación silenciosa pero irreversible. Y no se trata de ver amenazas sino de aplicar estrategias empresariales.

La Inteligencia Artificial ha dejado de ser un lujo reservado a las grandes plataformas. Ya está presente en la caja registradora del supermercado, en el algoritmo que decide qué productos nos recomienda una tienda online o en el chatbot que responde nuestras dudas a cualquier hora. Su aplicación en el comercio se centra en tres ejes fundamentales: automatización, análisis predictivo y personalización.

Automatización: Los procesos repetitivos —gestión de inventarios, pedidos, facturación, atención básica al cliente o control de stock— ya no necesitan casi de intervención humana. Esto libera tiempo y reduce costes, pero también obliga a repensar los roles dentro de la empresa. El dependiente tradicional pasará a ser un gestor de relaciones, un embajador de la marca y un asesor de experiencias.

Análisis predictivo: Gracias a la IA, el comercio ya no se basa en la intuición, sino en los datos. Los sistemas de análisis permiten anticipar tendencias de consumo, ajustar precios en tiempo real, prever roturas de stock o detectar fraudes. Las decisiones se toman con base a probabilidades, no en corazonadas.

Personalización: Cada cliente se convierte en un universo único. La IA aprende sus gustos, anticipa sus necesidades y adapta la oferta. Donde antes había un escaparate genérico, ahora hay experiencias adaptadas y diseñadas a medida. Y esa personalización, bien entendida, fideliza más que cualquier tarjeta de puntos.

Muchos pequeños comerciantes creen que “digitalizarse” es tener una página web o subir fotos a redes sociales. Pero la digitalización va mucho más allá: es integrar tecnología en cada capa del negocio. Supone conectar el punto de venta físico con el entorno online, optimizar la logística acortando los tiempos de entrega, unificar canales y convertir los datos en decisiones.

Un comercio digitalizado no compite por precio, sino por eficiencia, servicio y experiencia. La tienda deja de ser solo un lugar de transacción para convertirse en un espacio de relación, asesoramiento y valor añadido. En este contexto, la tecnología no sustituye al comerciante, sino que lo amplifica.

La automatización de procesos mediante sistemas inteligentes permite que muchas tareas rutinarias —como generar informes, actualizar precios, emitir facturas o coordinar proveedores— se realicen de manera automática, reduciendo errores y mejorando la productividad.

Un pequeño comercio puede hoy, con inversiones bastante moderadas, tener el control total de su negocio mediante sistemas interconectados: gestión de stock en la nube, pagos automatizados, alertas de reposición y atención al cliente personalizado con IA. Esto ya es el presente del comercio por el que todos deberían transitar.

Es comprensible que muchos comerciantes tradicionales miren con escepticismo esta transformación. Después de todo, su fortaleza ha sido siempre el trato humano, la cercanía y la confianza. Sin embargo, precisamente esas virtudes son las que deben potenciarse apoyándose en la tecnología, no rechazándola.

La IA no va a sustituir la mirada cómplice del tendero que conoce a su cliente desde hace años. Pero sí puede ayudarle a conocer mejor sus hábitos, enviarle recordatorios útiles o recomendarle productos de manera inteligente. El comerciante que combine sabiduría humana con precisión tecnológica no solo sobrevivirá, sino que prosperará.

Para lograrlo, el comercio tradicional debe formarse y perder el miedo a la tecnología. Entender la IA no exige ser programador, sino saber cómo puede mejorar cada proceso. Invertir en herramientas digitales adaptadas a su escala. Existen soluciones modulares y asequibles que permiten avanzar paso a paso. Colaborar y asociarse. Las alianzas entre comercios o con plataformas locales de IA pueden generar economías de escala y aprendizaje compartido. Y cuidar la experiencia humana. En un mundo de algoritmos, la sonrisa auténtica sigue siendo insustituible.

El comercio del futuro no será ni completamente digital ni puramente tradicional, sino híbrido: humano en el trato, inteligente en la gestión. La IA y la digitalización son herramientas; el alma sigue siendo el comerciante.

En definitiva, el comercio no está muriendo, está evolucionando. Lo que desaparecerá no son las tiendas, sino las formas de vender que se queden quietas que no evolucionen. El comerciante que sepa integrar tecnología, emoción y conocimiento seguirá siendo el protagonista de una historia que empezó hace miles de años, cuando alguien tuvo la idea de intercambiar un producto por otro y realizo el primer trueque de la humanidad.

Antonio Luis González Núñez

Presidente de Fedeco Canarias

Los Todólogos: expertos en todo, maestros en nada

Hay una especie humana que no conoce fronteras del saber. Hablan con la misma soltura de la inflación que de la fotovoltaica, analizan un conflicto internacional mientras recomiendan qué filtro usar en la cafetera, y te explican la teoría cuántica con el mismo aplomo con el que discuten sobre la alineación de su equipo de fútbol. Son los “Todólogos”, esos grandes genios universales del siglo XXI que, sin haber leído un libro completo en su vida, saben de todo… o al menos lo aparentan.

Antes, el conocimiento era una virtud que se cultivaba con mucho tiempo dedicado al estudio, experiencia y cierta humildad. Hoy, basta con tener una cuenta en redes sociales, un micrófono en un pódcast o una cámara frontal encendida para convertirse en “Referente” o “Influencer”. La democratización de la opinión, bendita y maldita al mismo tiempo, ha convertido a cualquiera en potencial experto, aunque la mayoría lo sea solo en aparentarlo.

El fenómeno no es nuevo, pero sí se ha perfeccionado. Antaño era el “cuñado” quien monopolizaba las sobremesas con su sabiduría extrema sobre fútbol y política. Ahora, ese perfil se ha multiplicado exponencialmente y se ha digitalizado. Los todólogos no necesitan título, ni datos, ni fuentes. Les basta con un tono de seguridad y una media sonrisa de suficiencia. Su lema tácito podría ser: “Si no lo sé, me lo invento… pero con convicción”.

Basta encender la televisión o abrir las redes sociales. En una misma tertulia, puede verse a alguien opinando con igual ímpetu sobre el volcán de La Palma, la reforma laboral, el metaverso, las vacunas, los terraplanistas o el horóscopo chino. Y lo hace con una coherencia tan absoluta que uno llega a dudar de su propio conocimiento. Lo más inquietante es que logran persuadir a la audiencia. A fuerza de repetir ocurrencias disparatas y mentiras, consiguen transformar el ruido en verdad aparente.

Lo peligroso del todólogo no es su inmensa ignorancia, sino su influencia. En tiempos donde la información se confunde con la opinión, la voz más rotunda suele imponerse sobre la más rigurosa. Así, el científico duda, el economista explica, el técnico matiza… y el todólogo sentencia. Y claro, el público tiende a quedarse con quien parece más seguro, aunque no tenga ni idea de lo que habla.

¿Y por qué abundan tanto? Porque el mercado mediático y digital los necesita. Venden titulares rápidos, frases contundentes, certezas instantáneas. El conocimiento, la ciencia y la complejidad no vende; la simplificación sí. Cuanto más atrevido y rotundo, mejor. La duda, esa herramienta noble del pensamiento crítico, se ha vuelto un síntoma de debilidad. Hoy se premia al que opina primero, no al que razona mejor.

El resultado es una sociedad en la que el ruido intelectual supera al contenido. Donde se confunde saber con opinar, y cultura con visibilidad. Donde la humildad intelectual se percibe como falta de carácter, y el matiz como debilidad o cobardía.

En economía, por ejemplo, el todólogo opina de inflación, PIB, deuda y tipos de interés con la misma facilidad con la que recomendaría una receta de tortilla con cebolla. Le da igual el contexto internacional o los datos del Banco Central Europeo: todo se resume en una frase de barra de bar. En ciencia, lo mismo: discuten con un epidemiólogo o un vulcanólogo desde la imponente autoridad que les da haber visto un vídeo en TikTok de 30 segundos.

Pero ojo, no todo está perdido. Cada vez más gente empieza a distinguir entre los que hablan y los que saben. Entre los que opinan y los que piensan. Entre los que gritan y los que explican. Y es que, al final, la sabiduría no consiste en hablar de todo, sino en saber callar cuando no se sabe.

Sería muy oportuno y deseable recuperar el respeto por el conocimiento, la paciencia por comprender y la humildad por aprender. Porque el verdadero experto no presume de saberlo todo, sino de seguir aprendiendo siempre.

Mientras tanto, los todólogos seguirán su cruzada mediática, convencidos de su infalibilidad. Que hablen, que opinen, que llenen minutos y pantallas… pero no olvidemos que, como decía Sócrates hace unos cuantos siglos, “solo sé que no sé nada”. Él lo decía con sabiduría; los todólogos, con total inconsciencia.

Y ahí, precisamente, radica la diferencia.

Antonio Luis González Núñez

Presidente de Fedeco Canarias

Regresa Exposaldo al Recinto Ferial de Tenerife

La XXVIII edición de Exposaldo, el evento de referencia en Canarias para la venta de productos con descuentos, regresa tras la exitosa celebración del pasado año a la Gran Nave del Recinto Ferial de Tenerife. La feria, que tendrá lugar del 5 al 9 de noviembre,  consolida su posición como punto de encuentro clave para el comercio local y los consumidores en busca de oportunidades únicas.

En Exposaldo podrás encontrar una amplia variedad de productos, que abarcan desde textil y calzado hasta electrodomésticos, muebles y vehículos de ocasión. El evento, que se celebra anualmente, también cumple con su objetivo de ayudar a los comercios canarios a reducir stocks, inyectando liquidez para la próxima campaña de diciembre.

Este año, Exposaldo ha contará con 120 empresas y 180 stands, ofreciendo una gran diversidad de artículos en un único espacio. Se estima que el evento recibirá un gran número de visitantes durante los cinco días de celebración. Un año más el precio de mantiene a 1 euro.

Sobre Exposaldo

Exposaldo es el mayor evento en Canarias dedicado a la venta de productos de liquidación, ofertas y saldos. Se celebra cada año en el Recinto Ferial de Tenerife, ofreciendo una oportunidad para que las empresas canarias reduzcan sus stocks y, al mismo tiempo, para que los visitantes puedan realizar compras de forma económica. En su edición de 2024, la feria recibió casi 40.000 visitantes, lo que demuestra la consolidación del evento y su importancia en el ámbito comercial de las islas.

Recordar que Exposaldo dispone de cinco zonas: Exposición ferial general, MVO (Mercado del Vehículo de Ocasión), Zona Especial Hogar, MOTOBOX y Espacio Beauty. Estas zonas están incluidas en los 12.000 m² de feria que contará con 120 empresas y 180 stands, de 11 a 21 horas.

Autónomos, el eslabón castigado de nuestra economía

Cada cierto tiempo, los Gobiernos lanzan globos sonda sobre los autónomos. Es casi una tradición. A veces es una subida de cuotas “en estudio”, otras, una “revisión de tramos” o una “propuesta para mejorar la progresividad del sistema”. Pero, curiosamente, casi siempre el resultado acaba siendo el mismo: pagar más.

España tiene una de las redes de trabajadores autónomos más amplias y diversas de toda la Unión Europa. Desde el pequeño comerciante de barrio hasta el consultor especializado, pasando por transportistas, artesanos, diseñadores, agricultores o profesionales liberales. Más de tres millones de personas que madrugan, arriesgan, invierten, crean empleo y, aun así, sienten que trabajan sin red.

Y sin embargo, cada vez que se habla de “reformas”, la palabra mágica parece ser “subida”. Subida de cuotas, subida de cotizaciones, subida de retenciones. El argumento oficial suele ser el de la “equidad” o la “sostenibilidad del sistema”. Pero el fondo del asunto es más simple y más incómodo: los autónomos son la caja más fácil de abrir cuando las cuentas públicas no cuadran.

Si no somos conscientes que nuestro país tiene un modelo productivo con dos pilares fundamentales, autónomos y empresas que generan empleo y riqueza, si se tensiona el sistema, se recauda a corto plazo pero se desincentiva y destruye la emprendeduría a medio, largo plazo y eso hace que caiga el empleo y caigan las recaudaciones por esas partidas.

El modelo actual de cotización por ingresos reales, implantado con la promesa de ser más justo, ha introducido algo de orden, pero también mucha confusión inicial. Hay autónomos que han visto reducir su cuota, pero muchos otros, especialmente los que apenas llegan a fin de mes, soportan una carga que les ahoga. Y en medio de esa gran incertidumbre, el Gobierno vuelve a sugerir una posible revisión al alza, especialmente para los que menos ganan, aunque ha salido a retirarla al ver el enorme revuelo que se ha suscitado. ¿Por qué?

En teoría, porque se busca equilibrar la recaudación y evitar que haya “falsos autónomos” o cotizantes por debajo de su nivel real de ingresos. En la práctica, parece más una medida recaudatoria que una política de justicia económica. Castigar a quien menos gana es, por definición, ineficiente. Y si además lo haces en un contexto de inflación, costes energéticos elevados y consumo en retroceso, el resultado puede ser devastador.

Mientras tanto, desde Bruselas llevan tiempo señalando otro camino: subir los umbrales de exención fiscal hasta los 85.000€, tal como ya han hecho varios países europeos. Es una medida lógica: liberar de burocracia y presión fiscal a los autónomos de menor tamaño para que puedan invertir, crecer y generar empleo. Pero en España, la directriz europea duerme el sueño de los justos.

La pregunta, entonces, es por qué. ¿Por qué no se impulsa un modelo que premie la productividad, que incentive la formación y profesionalización, que reduzca la carga administrativa y fiscal a los pequeños negocios? ¿Por qué seguimos penalizando al autónomo que empieza, que factura poco o que atraviesa una mala racha?

La respuesta, probablemente, tiene menos que ver con la ideología y más con la inercia. El Estado español sigue operando con estructuras pensadas para un mercado laboral de los años ochenta: rígido, asalariado y dependiente. Pero la realidad de hoy es otra. Las nuevas formas de trabajo digitales, por proyectos, temporales, híbridas necesitan un modelo flexible, no un sistema de cuotas uniformes y crecientes.

Si de verdad se quiere fortalecer la economía, habría que empezar por apoyar a quienes la sostienen desde abajo. El autónomo no es un problema; es parte esencial de la solución. Pero necesita estabilidad normativa, incentivos reales, financiación accesible y una administración que acompañe y ayude en lugar de vigilar y fiscalizar, sancionando al más débil.

Pese a retirar la media y continuar la negociación con los agentes por parte del Ministerio. Subir cuotas a los que menos ingresan no es progresividad: es miopía económica. Porque el autónomo que hoy cierra su negocio es un trabajador que mañana dejará de cotizar, un local cerrado y vacío más en la calle, una oportunidad menos de crecimiento y una pérdida de creación de empleo y generación de riqueza.

Europa ofrece el ejemplo y el sentido común ofrece la guía: favorecer a los que crean valor y aliviar la carga de los que apenas sobreviven. No es ideología, es solo coherencia. Y quizá un poco de empatía, que notamos en falta para el sector.

Al final, si el autónomo se hunde, con él buena parte de la economía real desaparece. Por eso, más que seguir lanzando globos sonda, lo que España necesita es un plan claro, estable y valiente para devolverle a este colectivo la confianza y el apoyo institucional, lo que ya ha demostrado sobradamente: su compromiso con el país.

Remedios Sosa: “tenemos la satisfacción de que la Feria del Libro cada vez suma más librerías, más editores y presentaciones”

La Feria del Libro de La Laguna ha abierto sus puertas este jueves  en la plaza del Cristo, un espacio que hasta el próximo domingo se convierte en centro de la cultura literaria insular en la que se dan cita 50 librerías y editoriales y un programa de más de un centenar de actividades de promoción de la lectura.

La feria ha sido inaugurada por el alcalde de La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez; la presidenta de la Asociación de Libreros de Tenerife, Remedios Sosa; y el concejal de Cultura, Adrián del Castillo, junto a numerosos miembros de la corporación, quienes recorrieron varios de los puestos de exposición y venta de libros.

Durante el acto de apertura la presidenta de la Asociación de Libreros de Tenerife, Remedios Sosa, aseguró que “nosotros estamos en la red estatal de ferias del libro y tenemos la satisfacción de que La Laguna cada vez suma más librerías, más editores y presentaciones”, y declaró que “las ferias del libro son los mejores actos para la animación a la lectura”, destacando que la programación prevista en la plaza del Cristo, a la que rebautizó como ‘plaza de la Cultura’, está planteada para todos los públicos y edades. 

El programa de la Feria del Libro ofrece más de un centenar de actividades literarias, profesionales y familiares. Entre los nombres que estarán presentes en esta edición destacan Sabina Urraca, Pedro Torrijos, Amaia Arrazola, Cristina Oñoro, Ana Jarén, Julia Peró, Juan y Javier Gallego, Miguel Fernández o Daniel María. Habrá también homenajes a figuras como Luis Alemany, Fernando Senante y Jaime Mir, así como la presentación de nuevos autores y autoras de nuestra Escuela Literaria y editoriales regionales que simbolizan el futuro de la literatura isleña.

Los espacios Alonso Quesada, Isla y Zona Cero concentrarán los encuentros con escritores, presentaciones y debates, mientras que la Zona Diversidad —que incluye los espacios Hotel Hall y Lino de los Sueños— estará dedicada a talleres escolares, actividades familiares, tecnología y artes escénicas.

A ello se sumarán una zona gastronómica y un escenario para conciertos, teatro, danza, circo y pasacalles. La participación de festivales como el Clownbaret (FIC), La Noche de los Cuentos o LOBA aportará contenidos propios, enriqueciendo aún más la programación.

Toda la información y la programación completa podrán consultarse en la web www.ferialibrotenerife.es