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Balance y desafíos del comercio en Canarias para 2026

El comercio canario ha vivido en 2025 un año de claroscuros. Ha sido un ejercicio de resistencia, adaptación y, en muchos casos, de notable profesionalidad. El tejido comercial del archipiélago ha demostrado, una vez más, que sabe aguantar temporales, ha demostrado madurez y resiliencia, pero también que no puede seguir navegando sin rumbo estratégico si quiere mantener su peso en la economía regional.

Desde la perspectiva de quienes estamos cada día en contacto con empresarios, comerciantes y autónomos, el diagnóstico es claro: el comercio canario sigue vivo, pero trabaja cada vez con márgenes más estrechos, mayor presión de costes y una competencia más desigual.

Durante 2025, el consumo en Canarias se ha mantenido relativamente sólido gracias a tres factores principales. El flujo turístico sostenido, la recuperación parcial del empleo y la adaptación del consumidor al nuevo entorno de precios.

Sin embargo, esta estabilidad en ventas no se ha traducido en mayor rentabilidad. Muy al contrario. Los costes estructurales han crecido a un ritmo superior a los ingresos: alquileres comerciales, energía, transporte, seguridad social, seguros, logística y financiación. A eso se suma una mayor presión fiscal indirecta y una carga administrativa cada vez más pesada.

El resultado es una realidad incómoda. Se vende, pero se gana menos. Y cuando los márgenes se reducen, la inversión desaparece, el empleo se precariza y el futuro se vuelve incierto.

Otro rasgo clave de 2025 ha sido la creciente polarización del mercado. Por un lado, grandes operadores digitales y cadenas internacionales con músculo financiero, precios agresivos y logística propia. Por otro, el pequeño y mediano comercio local, que sostiene el empleo, paga impuestos en Canarias y mantiene la vida urbana, pero compite en una clara desventaja.

No es una cuestión ideológica, es una cuestión económica. No todos compiten con las mismas reglas, y eso distorsiona gravemente el mercado. Mientras unos optimizan impuestos y operan desde fuera, otros sostienen el territorio desde dentro.

2025 ha confirmado algo que ya sabíamos, el comercio canario sigue arrastrando problemas estructurales que nadie ha abordado con decisión. La escasa digitalización real. La dificultad de acceso a financiación. La falta de relevo generacional. La dependencia excesiva del consumo turístico y la sobrerregulación administrativa. Problemas que están bien diagnosticados pero la administración sigue sin ser consciente de ellos, por más planes y estudios que encarguen ya que los comerciantes no piden privilegios. Piden condiciones razonables para competir en igualdad.

Mirando a 2026, el escenario es exigente pero no negativo si se toman las decisiones correctas.

  • El consumo será más selectivo: El consumidor canario será más prudente, comparará más y exigirá más valor por su dinero. Esto favorece al comercio que ofrece cercanía, servicio, confianza y especialización.
  • La calidad será más importante que el precio: La batalla del “más barato” está perdida frente a los gigantes globales. La del mejor producto, mejor asesoramiento y mejor experiencia todavía se puede ganar.
  • El comercio local puede recuperar terreno: Si se apuesta por productos de proximidad, sostenibilidad real y economía circular, el comercio canario tiene una oportunidad estratégica.
  • La digitalización ya no es opcional: No se trata de tener una web, sino de integrar el canal digital en el negocio, gestión de clientes, reservas, comunicación, ventas híbridas.

Si queremos un comercio fuerte en 2026, competitivo y generador de empleo, hacen falta cinco cambios clave:

1. Un marco fiscal y administrativo más sencillo: Menos burocracia, menos trabas y más agilidad.

2. Incentivos a la inversión y la modernización: Ayudar al comerciante a digitalizarse, renovarse y adaptarse.

3. Defensa real del comercio local: No desde el discurso, sino desde las reglas del juego.

4. Formación práctica: Gestión, marketing, atención al cliente, digitalización, idiomas.

5. Visión estratégica: El comercio no es un sector residual, es uno de los pilares de la economía y el empleo canario.

El 2026 será un año más de selección natural empresarial. Quien innove, se adapte y se profesionalice sobrevivirá. Quien espere que el mercado le tenga compasión, no. Canarias no puede permitirse perder su comercio. No solo por razones económicas, sino sociales: Cuando muere el comercio, muere la ciudad.

Desde Fedeco Canarias defendemos un modelo comercial muy claro, necesitamos un comercio fuerte, moderno, rentable y con raíces en el territorio. Porque sin comercio no hay economía local, y sin economía local no hay futuro. También necesitamos un consumidor responsable, consciente y consecuente de sus decisiones de compra para cuidar y proteger nuestra economía y nuestra sociedad al comprar local.

Y ese futuro, está en nuestras manos y aún estamos a tiempo de construirlo.

Antonio Luis González Núñez

Presidente de Fedeco Canarias

FEDECO Canarias agradece la actuación de la Guardia Civil en la retirada de más de 44.000 juguetes falsificados en Arona

La Federación de Desarrollo Empresarial y Comercial de Canarias (FEDECO) quiere expresar públicamente su agradecimiento y reconocimiento a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, en especial a la Guardia Civil, por la importante actuación llevada a cabo en el municipio de Arona para la protección de los consumidores y del comercio legal.

Agentes de la Guardia Civil de la Sección Fiscal y de Fronteras del Aeropuerto Tenerife Sur, en coordinación con la Patrulla Fiscal y de Fronteras de Playa de las Américas, realizaron en fechas previas a la campaña navideña una inspección en un establecimiento comercial de venta directa al público. Esta actuación tenía como objetivo velar por la seguridad de los consumidores y evitar la comercialización de productos que no cumplen con la normativa vigente y que pueden suponer un grave riesgo, especialmente para los menores.

Como resultado de la inspección, se intervinieron 44.212 juguetes falsificados, que eran fabricados en el sótano del propio local, con un valor estimado superior a tres millones de euros, según el informe del perito judicial especializado en propiedad industrial.

El presidente de FEDECO Canarias, Antonio Luis González Núñez, ha destacado que “esta intervención es un ejemplo claro del compromiso de la Guardia Civil con la seguridad de los consumidores y con la defensa del comercio legal y responsable”. Asimismo, subrayó que “la venta de juguetes falsificados no solo supone una competencia desleal para los empresarios que cumplen la ley, sino que pone en serio peligro la salud y la seguridad de los niños”.

González Núñez añadió que “desde FEDECO llevamos años denunciando el perjuicio que causa la falsificación y el comercio ilegal, tanto a la economía como al empleo. Actuaciones como esta refuerzan la confianza del consumidor y dignifican la actividad comercial”.

Desde FEDECO Canarias se insiste en la importancia de la colaboración entre administraciones públicas, fuerzas de seguridad y organizaciones empresariales para erradicar estas prácticas ilícitas, especialmente en periodos de alta demanda como la Navidad. “Comprar en comercios legales es apostar por la seguridad, la calidad y el desarrollo económico de nuestras islas”, concluyó el presidente de la Federación.

FEDECO reitera su agradecimiento a la Guardia Civil por su profesionalidad y eficacia, y anima a los consumidores a denunciar cualquier actividad sospechosa que pueda poner en riesgo su seguridad o la de sus familias.

Absentismo profesional, picaros eficientes

Hay temas muy incómodos de tratar, pero que cualquier empresario, autónomo o trabajador conoce de primera mano. Uno de ellos es el coste real que supone el aumento de las bajas laborales para las empresas en nuestro país. No hablamos de quienes realmente las necesitan y que deben estar protegidos sin cuestionamiento, sino de ese fenómeno creciente en el que algunos empleados encadenan bajas y coleccionan diagnósticos picaros. Un absentismo convertido casi en oficio, que se ha disparado tras la pandemia y que hoy condiciona la productividad, el clima laboral y las cuentas de resultados de miles de negocios.

Los datos estadísticos lo confirman y España ha vivido en los últimos tres años un aumento sostenido del número de procesos de incapacidad temporal por contingencias comunes. No es una percepción empresarial, ni una queja de barra de bar. Es una realidad estadística. Y detrás de ella conviven tres factores, las patologías reales, que existen y deben respetarse, los efectos psicológicos postpandemia que son serios y no deben minimizarse, y un tercer grupo extremadamente dañino, los pícaros profesionales del absentismo, ese perfil que ha aprendido a navegar entre certificados médicos, que acumula bajas justo antes de periodos de vacaciones o picos de trabajo y que siempre tiene un motivo oportuno para no estar cuando más falta hace.

Para las empresas, especialmente las pequeñas, este fenómeno tiene un coste directo y uno invisible. El coste directo es matemático, sustituciones, horas extras, retrasos en entregas y un quebradero de cabeza para la empresa. Pero el coste invisible es todavía más corrosivo, la sobrecarga que recae sobre el resto de los compañeros. Cuando uno se ausenta, otro cubre. Y cuando esa ausencia es reiterada, injustificada y pícara, lo que debería ser un gesto de solidaridad se convierte en un agravio continuo. El resultado es un equipo agotado, frustrado y, en muchos casos, resentido. Y eso no se arregla con un plan de incentivos ni con charlas motivacionales.

Las empresas necesitan soluciones realistas, no discursos edulcorados. El equilibrio entre proteger al trabajador enfermo y evitar los abusos de estos pícaros no debería ser una guerra ideológica, sino una cuestión de gestión eficiente y justicia interna.

Pero como se podría abordar este problema sin criminalizar a quien realmente lo necesita. Deberíamos revisar de manera objetiva y ágil las bajas de larga duración. No hablamos de sospechar del enfermo, sino de validar que los procesos largos reciben seguimiento real y no se convierten en lugar sin control donde algunos se instalan indefinidamente. Un sistema más homogéneo evitaría desigualdades entre médicos, regiones y mutuas. Corresponsabilidad parcial del coste en los casos de reincidencia injustificada. Muchos países europeos establecen modelos mixtos que protegen al trabajador, pero prevén mecanismos de copago público-empresarial adaptados al historial. Cuando una baja reiterada no responde a patologías acreditadas, el sistema introduce controles adicionales, no castigos. Incentivos para la reincorporación progresiva. El miedo a volver tras una larga baja puede ser tan paralizante como la propia dolencia. Permitir retornos escalonados, teletrabajo temporal o adaptación de tareas evita que algunos casos se alarguen más de lo necesario y facilita la transición para todos. Apoyo psicológico preventivo. No se puede ignorar que la salud mental es uno de los motores de este incremento. Identificar señales tempranas y trabajar la prevención reduciría bajas prolongadas y permitiría intervenciones antes de que el problema se enquiste. Protección legal frente al abuso interno. Los compañeros que cargan con el trabajo de quienes faltan también necesitan protección. La insolidaridad laboral tiene un coste emocional y productivo que nadie contabiliza, pero que destruye equipos enteros y los sindicatos miran para otro lado en estos casos y hasta se sienten aludidos o amenazados, cuando deberían ser los primeros en velar por la corresponsabilidad.

Es evidente que nadie quiere tocar este asunto porque es muy incómodo, impopular y puede malinterpretarse. Es un problema real que exige madurez colectiva ya que la alternativa, mirar hacia otro lado, sale todavía más caro. No se trata de perseguir al trabajador que está enfermo, sino de evitar que unos pocos rompan el equilibrio de muchos. Las pymes españolas no tienen capacidad infinita para absorber bajas, ausencias, ni para soportar aumentos constantes de costes laborales sin afectar a salarios, precios o empleo.

El absentismo laboral injustificado crea una sociedad desigual: unos trabajan para dos y por dos, mientras otros cobran por no trabajar. Y esa distorsión, si no se corrige, erosiona la confianza interna tanto como cualquier recorte o reajuste.

Quizá la solución no pase por endurecer, ni por abaratar, sino por algo más básico y menos habitual, aplicar sentido común. Proteger a quien debe ser protegido, acompañar a quien lo necesita y recordar que los derechos laborales sólo funcionan cuando se ejercen con responsabilidad. En un país que todavía lucha por ganar productividad, cuidar el compromiso interno no es un capricho empresarial, es una necesidad económica.

La pandemia nos dejó muchas lecciones. Una de ellas es que la salud es esencial. Otra, menos cómoda, es que los abusos también existen y hay que evitarlos entre todos. Y si queremos ser eficientes, productivos y tener un mercado laboral fuerte, justo y sostenible, tocar este tema sin miedo no es opcional, es imprescindible.

El pequeño comercio, golpeado por las “falsos descuentos” del Black Friday de las grandes cadenas

FEDECO Canarias alerta de que determinadas cadenas y plataformas de gran tamaño están recurriendo a tácticas de descuento que distorsionan la competencia y perjudican gravemente al comercio local de proximidad en las Islas. El uso de presuntas rebajas simuladas (subidas previas de precio, descuentos irreales o promociones que no responden a una reducción auténtica del coste) está generando un entorno comercial desequilibrado en el que las pymes y autónomos comerciales no pueden competir en igualdad de condiciones.

Durante las semanas previas al Black Friday, muchos pequeños comercios de Canarias registran una brusca caída de ventas porque los consumidores aplazan sus compras a la espera de “las grandes ofertas”. Sin embargo, en numerosos casos esas ofertas responden más a una estrategia de marketing que a un abaratamiento real.

Este fenómeno impacta especialmente en negocios de proximidad, familiares y de barrio, que operan con márgenes muy ajustados y no disponen de la capacidad logística o financiera para sostener campañas agresivas. Para ellos, igualar precios artificialmente rebajados implicaría vender por debajo de la rentabilidad mínima, algo inviable para su supervivencia.

Canarias depende en gran medida de su tejido comercial tradicional: miles de autónomos, pymes y comercios locales generan empleo estable, fijan población en los barrios y contribuyen al carácter económico y social de las islas.

Las prácticas de “falsos descuentos” inducen a los consumidores a desplazarse hacia grandes cadenas o plataformas globales, concentrando el gasto en operadores que ya dominan el mercado.

Esa deriva supone una reducción de ingresos en semanas decisivas para el comercio minorista. Mayores dificultades para afrontar la campaña navideña con un nivel de ventas suficiente. Pérdida de competitividad frente a operadores que utilizan sistemas automatizados de precios, algoritmos de segmentación y campañas digitales masivas. Mayor riesgo real de cierres, especialmente en negocios especializados o estacionales.

El comercio del Archipiélago soporta cargas añadidas, mayor fragmentación del territorio, sobrecostes logísticos y plazos de aprovisionamiento más largos. En este contexto, cualquier distorsión en los precios se amplifica y golpea con más fuerza a los negocios de menor escala.

Las campañas masivas de descuentos generan, además, una percepción errónea en el consumidor, se instala la idea de que los precios del pequeño comercio son “menos competitivos”, cuando en realidad operan bajo condiciones económicas más exigentes que las grandes corporaciones.

La Federación de Desarrollo Empresarial y Comercial de Canarias plantea la necesidad urgente de adoptar medidas que restablezcan la competencia justa:

  1. Mayor control sobre las prácticas de descuentos: Es imprescindible reforzar la supervisión para evitar subidas previas de precios o promociones que no se correspondan con un descuento real.
  2. Sanciones proporcionadas al daño causado: Las irregularidades detectadas deben conllevar multas que resulten verdaderamente disuasorias, especialmente para operadores de gran tamaño que incorporan estas estrategias como parte habitual de su calendario comercial.
  3. Transparencia para el consumidor: La información de precios debe ser clara y verificable, permitiendo al comprador conocer con certeza si el descuento ofrecido es auténtico.
  4. Apoyo específico al comercio local: Programas de digitalización, formación y campañas de promoción pueden ayudar a equilibrar un escenario cada vez más dominado por grandes plataformas.
  5. Impulso del consumo responsable y de proximidad: Proteger al pequeño comercio es proteger el empleo, la cohesión social y la diversidad económica de las islas.

El Black Friday nació como una oportunidad comercial importada de los EE.UU., pero se está convirtiendo en un obstáculo para miles de pequeños comerciantes que sostienen el día a día de nuestras ciudades, poblaciones y calles. FEDECO Canarias defiende que la campaña no debe basarse en artificios, sino en una competencia leal que permita a todos los operadores, grandes y pequeños, desenvolverse en condiciones justas.

El comercio de proximidad no pide privilegios, pide reglas claras, igualdad de trato y respeto por parte de quienes poseen un poder de mercado capaz de alterar el comportamiento de los consumidores.

FEDECO Canarias reitera su compromiso con la defensa del pequeño comercio y con la promoción de prácticas comerciales transparentes y responsables en todo el archipiélago.

Economía azul, oportunidad histórica que no podemos dejar pasar en Canarias

Hablar de diversificación económica en Canarias es casi un mantra repetido durante muchas décadas. Sin embargo, seguimos dependiendo en exceso del turismo y, cuando la estacionalidad nos da un revés o el mercado internacional se resfría y tose, nuestras cifras de empleo tiemblan. No hace falta ser futurólogo para darse cuenta de que necesitamos nuevas patas que sostengan el crecimiento. Y ahí es donde la economía azul deja de ser un concepto bonito para convertirse en una urgencia estratégica.

La economía azul no es un invento moderno. Es simplemente poner la vista en aquello que siempre ha estado ahí: el mar. Y en un archipiélago que vive rodeado de agua, ignorar ese potencial roza la irresponsabilidad. Hablamos de actividades que van desde las energías renovables marinas hasta la biotecnología azul, pasando por la acuicultura avanzada, la investigación oceanográfica, el turismo marino de alto valor añadido o la reparación naval. Nada de ciencia ficción: todo esto ya existe en otros territorios y funciona. Aquí, simplemente, tenemos la mesa puesta para poder sacarle rendimiento.

Si hacemos un diagnóstico simple, Canarias no parte de cero, pero su posición en más débil o menor de lo que debería.

Tenemos uno de los polos científicos y marítimos mejor posicionados del Atlántico: el PLOCAN, el ITC, Puertos del Estado, las universidades canarias con líneas punteras de investigación. El problema no es la capacidad, sino la falta de escala y de inversión privada.

Los puertos de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife son auténticos motores logísticos. Aun así, la diversificación hacia servicios tecnológicos, energías marinas o industrias de reparación naval avanzada está muy lejos de tocar techo.

La demanda global de proteínas marinas crece como la espuma, pero nuestras concesiones, trámites y planificación no han ido al mismo ritmo.

Más allá del sol y playa, Canarias podría liderar turismo científico, actividades vinculadas a fauna marina, rutas interpretativas, experiencias formativas y proyectos mixtos de conservación y negocio. Y no, no es para hippies: es un mercado global multimillonario.

La economía azul requiere seguridad jurídica, agilidad administrativa y una estrategia de largo plazo que no cambie con cada legislatura. Hasta ahora, eso ha sido pedir peras al olmo.

El impacto en el empleo y la riqueza son cifras de vértigo, No hay datos reales actuales y no voy a hacer elucubraciones, pero sí es evidente una cosa. Los sectores vinculados a la economía azul generan empleo estable, cualificado y con salarios que están por encima de la media regional. Además: actividades como la biotecnología marina y la acuicultura de alto valor tienen una elasticidad de empleo muy alta. Las energías renovables marinas generan cadenas de valor complejas, ingeniería, mantenimiento, logística, fabricación, vigilancia ambiental… La reparación naval avanzada es trabajo industrial real, con sueldos dignos y profesiones técnicas que escasean. El turismo marino sostenible crea oportunidades para pequeñas empresas locales, guías formados, investigación aplicada y servicios especializados. Y lo mejor: todos estos sectores no dependen de temporadas altas, ni de aviones llenos, sino de capacidades locales y talento.

Las oportunidades de negocio en estos sectores son importantes ya que invertir es garantía de retorno de la inversión.

No estamos hablando solo de molinos flotantes. Hay energía undimotriz, energía mareomotriz y microrredes híbridas. Empresas locales pueden entrar en diseño, sensorización, mantenimiento, seguridad y servicios.

Desde cosmética hasta farmacología y alimentación funcional. Canarias tiene microorganismos únicos en el mundo, bancos de algas y centros investigadores de altísimo nivel.

Sistemas de monitorización, automatización, robots submarinos, alimentación optimizada, trazabilidad… Si lo hacemos con rigor y control ambiental, puede ser uno de los sectores de mayor retorno económico.

Ya no se trata solo de repostar barcos. Hablamos de reparación, transformación digital, ciberseguridad marítima, análisis de datos oceánicos, logística avanzada…

Los grandes mercados buscan experiencias únicas, exclusivas y sostenibles: expediciones, observación de fauna, laboratorio ciudadano, navegación tradicional, gastronomía marina… Y Canarias lo tiene todo para ofrecerlo con calidad.

Las oportunidades están claras; lo que falta es método. Estas serían las claves desde mi humilde punto de vista, para poner estas iniciativas en marcha:

1. Planificación real y valiente: Identificar las zonas donde cada actividad sea compatible y sostenible. Sin improvisar y sin decisiones políticas basadas en titulares.

2. Agilidad administrativa: Si montar una empresa azul tarda dos años en papeleo, nos quedamos sin inversores, ya que no es ni ágil ni atractivo. Para los inversores.

3. Alianzas entre empresas, universidades y centros tecnológicos: La economía azul vive de la ciencia aplicada y va de la mano del conocimiento. Se necesitan proyectos mixtos y estables, no colaboraciones simbólicas.

4. Formación profesional y universitaria a medida: Electricistas navales, soldadores especializados, biólogos marinos aplicados, técnicos en energías renovables marinas, guías científicos… El talento es la gasolina que mueve este gran engranaje y que en muchos casos son puesto de trabajo donde no hay profesionales en paro y se demandas más perfiles.

5. Marco fiscal competitivo: Canarias ya tiene un régimen muy potente, una herramienta con el REF y la ZEC son instrumentos que con solo adaptarlos a actividades azules, son muy atractivas y resultan muy competitivas.

6. Comunicación y liderazgo institucional serio: La economía azul necesita que las instituciones se lo crean. No basta con slogans; hace falta defenderlo dentro y fuera del archipiélago.

Canarias ha vivido de espaldas al océano demasiados años, pese a que el océano nos define. La economía azul no es moda ni experimento, es la oportunidad más clara que tenemos para construir una economía más robusta, más diversificada, más estable y más digna para las próximas generaciones.

No hablamos de poner en marcha las recomendaciones del libro de Gunter Pauli, que fue la semilla que germinó en el momento adecuando y se dio a conocer al gran público. Hablamos de ir muchísimo más lejos y pensar en grande para diversificar nuestra economía, crear valor añadido e invertir en el beneficio futuro de Canarias.

Y, siendo honestos, ya va siendo hora de pasar de las intenciones a los hechos. El mar está llamando a nuestra puerta. Ahora lo que toca es abrirla.

Antonio Luis González Núñez

Presidente de Fedeco Canarias

El comercio ante la era de la Inteligencia Artificial: adaptarse y no desaparecer

Durante siglos, el comercio ha sido la esencia del progreso humano: desde los mercados fenicios hasta las tiendas de barrio, todo intercambio ha sido una mezcla de intuición, confianza y palabra dada. Pero hoy, esa esencia se enfrenta a un nuevo interlocutor que no regatea, no se cansa y nunca olvida: la Inteligencia Artificial (IA). El comercio, tal y como lo conocemos, está experimentando una transformación silenciosa pero irreversible. Y no se trata de ver amenazas sino de aplicar estrategias empresariales.

La Inteligencia Artificial ha dejado de ser un lujo reservado a las grandes plataformas. Ya está presente en la caja registradora del supermercado, en el algoritmo que decide qué productos nos recomienda una tienda online o en el chatbot que responde nuestras dudas a cualquier hora. Su aplicación en el comercio se centra en tres ejes fundamentales: automatización, análisis predictivo y personalización.

Automatización: Los procesos repetitivos —gestión de inventarios, pedidos, facturación, atención básica al cliente o control de stock— ya no necesitan casi de intervención humana. Esto libera tiempo y reduce costes, pero también obliga a repensar los roles dentro de la empresa. El dependiente tradicional pasará a ser un gestor de relaciones, un embajador de la marca y un asesor de experiencias.

Análisis predictivo: Gracias a la IA, el comercio ya no se basa en la intuición, sino en los datos. Los sistemas de análisis permiten anticipar tendencias de consumo, ajustar precios en tiempo real, prever roturas de stock o detectar fraudes. Las decisiones se toman con base a probabilidades, no en corazonadas.

Personalización: Cada cliente se convierte en un universo único. La IA aprende sus gustos, anticipa sus necesidades y adapta la oferta. Donde antes había un escaparate genérico, ahora hay experiencias adaptadas y diseñadas a medida. Y esa personalización, bien entendida, fideliza más que cualquier tarjeta de puntos.

Muchos pequeños comerciantes creen que “digitalizarse” es tener una página web o subir fotos a redes sociales. Pero la digitalización va mucho más allá: es integrar tecnología en cada capa del negocio. Supone conectar el punto de venta físico con el entorno online, optimizar la logística acortando los tiempos de entrega, unificar canales y convertir los datos en decisiones.

Un comercio digitalizado no compite por precio, sino por eficiencia, servicio y experiencia. La tienda deja de ser solo un lugar de transacción para convertirse en un espacio de relación, asesoramiento y valor añadido. En este contexto, la tecnología no sustituye al comerciante, sino que lo amplifica.

La automatización de procesos mediante sistemas inteligentes permite que muchas tareas rutinarias —como generar informes, actualizar precios, emitir facturas o coordinar proveedores— se realicen de manera automática, reduciendo errores y mejorando la productividad.

Un pequeño comercio puede hoy, con inversiones bastante moderadas, tener el control total de su negocio mediante sistemas interconectados: gestión de stock en la nube, pagos automatizados, alertas de reposición y atención al cliente personalizado con IA. Esto ya es el presente del comercio por el que todos deberían transitar.

Es comprensible que muchos comerciantes tradicionales miren con escepticismo esta transformación. Después de todo, su fortaleza ha sido siempre el trato humano, la cercanía y la confianza. Sin embargo, precisamente esas virtudes son las que deben potenciarse apoyándose en la tecnología, no rechazándola.

La IA no va a sustituir la mirada cómplice del tendero que conoce a su cliente desde hace años. Pero sí puede ayudarle a conocer mejor sus hábitos, enviarle recordatorios útiles o recomendarle productos de manera inteligente. El comerciante que combine sabiduría humana con precisión tecnológica no solo sobrevivirá, sino que prosperará.

Para lograrlo, el comercio tradicional debe formarse y perder el miedo a la tecnología. Entender la IA no exige ser programador, sino saber cómo puede mejorar cada proceso. Invertir en herramientas digitales adaptadas a su escala. Existen soluciones modulares y asequibles que permiten avanzar paso a paso. Colaborar y asociarse. Las alianzas entre comercios o con plataformas locales de IA pueden generar economías de escala y aprendizaje compartido. Y cuidar la experiencia humana. En un mundo de algoritmos, la sonrisa auténtica sigue siendo insustituible.

El comercio del futuro no será ni completamente digital ni puramente tradicional, sino híbrido: humano en el trato, inteligente en la gestión. La IA y la digitalización son herramientas; el alma sigue siendo el comerciante.

En definitiva, el comercio no está muriendo, está evolucionando. Lo que desaparecerá no son las tiendas, sino las formas de vender que se queden quietas que no evolucionen. El comerciante que sepa integrar tecnología, emoción y conocimiento seguirá siendo el protagonista de una historia que empezó hace miles de años, cuando alguien tuvo la idea de intercambiar un producto por otro y realizo el primer trueque de la humanidad.

Antonio Luis González Núñez

Presidente de Fedeco Canarias